vos estaba frente a mí. Se suponía que debía firmar y entregarle mi vi
ndo se vino abajo, mi prometido no me jaló para ponerme a salvo. Me emp
a ella. Po
o que necesitaba ser más comprensiva. "Casandra siem
ión de un hospital por un cáncer que encontraron demasiado tarde. Javier estaba en u
dría abrir un agujero en el universo. Había desperdiciado mi úni
l contrato sobre la mesa. Javier quería a Casandra.
a sobre mi nombre en el espacio para la fi
, vivirí
ítu
ista de El
i vida también se suponía q
z tan nítida y fría como el mantel de lino almidonado sobre la mesa del comedor-. J
ritmo impaciente contra la caoba pulida. El sonido hacía eco al compás frenético del relo
, permanente. Olía a dinero y a abogados. Mis dedos recorrieron el sello en relieve del Grupo
do de gozosa anticipación, mi corazón revoloteando al pensar en unir mi vida a la de Javier Robertson. Lo había amado, o al menos, había am
en un momento cegadoramente claro. La Gala de la Fundación Garza. Una noche de champaña, sonr
-insistió mi madre, su t
fría contra mi piel. No la miré. No necesitaba hacerlo. Conocía el tono e
e el piso de mármol. No me saludó. Simplemente caminó
aire en la habitación lo estuviera sofocando. Estaba ansioso. Podía verlo en el liger
nas de las revistas de negocios bajo titulares como "El soltero multimillonario más codiciado". Tenía u
ra menos a
ación, llevándose una mano al pecho. "Ay, Elisa, esa mandíbula podría cortar vidrio. Er
el hombre que se suponía que
z sorprendentemente firme-. Puedes esperar afuera, J
andra probablemente estaba esperando junto al teléfono, ansios
que podría habérmelo perdido si no hubiera pasad
-dijo, ya retrocedi
rta, su mirada se d
eativo. Casandra no se siente bien. El
ella fuera la frágil, la que estaba haciendo un sacrificio, me dejó un sabor amargo y fam
efendiéndome, explicando. Nunca funcionó
asillo, y la habitación volvió a quedar en silencio, salvo po
miedo, sino de una rabia tan profunda que se sentía como una enfe
escuchó un gemido de metal bajo tensión, luego un jadeo colectivo de la multitud. Yo estaba de pie justo
ra me miró. Se movió como un rayo, empujándome con tanta fuerza que tropecé hacia atrás, y lanz
o pensamiento para mí, su prometida, que que
s, pero la herida emocional fue mortal. En esa fracción de segundo
ras un extraño me ayudaba a levantarme. Más tarde, en el hospital, mi propia madre me dijo que ne
o estaban allí. Javier estaba en un viaje de negocios, un viaje que luego descubrí que era
ía. Mi último pensamiento coherente fue un arrepentimiento tan profundo que sentí que podría desgarrar
obre el contrato, manchando la tinta del pri
sta v
mi palma. El dolor me ancló a la realidad, un ancla feroz y bril
ea de la firma designada pa
nitiva, un corte brutal a través de un futuro que me negaba a aceptar. Luego, en el
DRA C
a veían como el premio. Perfecto. Que se queden juntos. Que queden atados, no solo por su sórdido romance, sino por todo el peso de la fusión Garza-Robertson. Este contrato no
tigo de la familia Garza. Luego tapé la pluma, col
a alfombra persa. Mi madre estaba hablando por teléfono
marcaba el tiempo, y salí por la puerta principal al aire fr
n mi vida, era libre.