ista de El
n, reemplazados por una serie de cartas largas y divagantes que tiré sin leer. Me enteré por los chismes en línea que su matrimonio con Casandra era un desastre. Ella gastaba dinero más rápido de lo que él podía
al. Era la risa de Fernando en la biblioteca, la victoria compartida de sa
i madre comenzó a llamar de nuevo, esta vez desd
ara Navidad. Han pasado meses. Tu pa
hombre que hacía mucho tiempo había cedido toda autoridad emocional a mi ma
ira sabiendo a ceniza en mi boca. Mi trabajo
aré el jet. Solo por un
e complacerla, me picó. En contra de
Dos días.
cepcionó cuand
a? No tienes que volver a la
erme a mí misma tanto como a él-. Son solo un
supe que había cometido un terrible error. La casa, generalmente inmaculada y si
Casa
o. Me detuve en el umbral, una observadora invisibl
de lágrimas, su vestido de diseñador arrugado. Javier estaba de pie junto a la chimenea, su rostro pálido y demacrado. Pa
ier! -chilló Casandra, señalando a Javier con un ded
sada, derrotada-. La fusión no está dando las ganancia
r ella! ¡No creas que no sé del dinero que enviaste a esa patética u
o tuvo nada que ver con Elisa -mintió Jav
mas! ¡Siempre la has amado! ¡Sol
rañándole la cara. Él le sujetó las muñecas,
a b
de pie en el umbral. Una ol
ás aquí. Habla con ella. Eres l
idad, que casi me reí. Después de toda una vida de enfrentarnos,
mano de
es la vida que todos ustedes eligieron. Esta e
a desempeñar mi papel asignado era la mayor ofensa. Se apartó
Estaba tal como la había dejado, pero se sentía como la exhibición de un museo de l
suave lana gris. Me había dicho, sonrojado, que su abuela le había enseñado a tejer el año pasado. Me la envolví alrededor del cuello.
o un suave gol
a de pie en el pasillo, con aspecto perdid
-preguntó, su voz
con los hombros caídos. Miró alrededor de la habita
llegaba meses demasiado tarde-. Un error catastrófico. Casandra... ella
sonido cort
ue valoraba el estatus y la riqueza por encima de
richo. Una distracción estúpida y sin sentido. Todo el tiemp
us ojos su
s a mi vida. Creo... creo que estoy e
s mis sueños, ahora se sentía como un insulto. Era la súplica d
ea de mí. La chica tranquila, estable y predecible que manejaría tu vida y tus activos sin quejarse. L
erada-. Podemos crear un fideicomiso para el niño. Podemos estar jun
rozando mi brazo. Retroced
. Tú y yo terminamos. Terminamos en el momento en que la eleg
osotros. Su rostro se descompuso, la última de sus defens
rró, su voz quebrándose
había aplastado sin pensarlo dos veces. No sentí nada. Ni lástima, ni i
dije, abriendo la puerta-. Ahora
cualquier señal de la chica que solía ser. No encontró nada. Se dio la
guiente, antes de que nadie más se despertara, tomé mi maleta, salí de esa casa por última vez y llamé a un