les del piso cuarenta y dos mientras Catalina ajustaba por décima vez su blusa blanca. Cada arruga, cad
iempre impecable, con la mirada fija en la ciudad que se extendía bajo sus pies. Su expresión era impenetra
-saludó él, sin moverse-.
ella, aunque su voz tr
etas y documentos, tan alta que Catalina
con todos los departamentos, los códigos internos, los protocolos de
bía trabajado duro antes, sí, pero esto no era simplemente entregar informes o
rio-. No estoy aquí para mimarla. No tolero errores.
ntestó Catalin
entes y proveedores, incluyendo todos los contactos, contratos, fechas de renovación y pagos pendientes, en menos
roximidad era intimidante; podía sentir el calor de su cuerpo y el aroma de su colonia, sutil pero penetrante. Cada
número 42 -dijo con voz suave, pero con
inmediato -respondió,
illones -murmuró-. Si no puede concentrarse
pecho. Nunca había trabajado bajo tanta intensidad, pero no podía pe
a. No solo debía coordinar agendas, preparar documentos y asegurarse de que todos los asistentes recibieran los inf
su reloj-. Tenga en cuenta que cualquier re
ientras llamaba a cada ejecutivo para confirmar s
acionales, reorganización de una agenda ya saturada, corrección de informes con cifras contradictorias, todo mientras Dan
, cada decisión, cada movimiento estaba bajo el microscopio de Dante. Y aunque la presión era casi insoportabl
de, por primera vez dejando entrever una apr
enido, y su espalda se relajó apenas un poco. Por primera vez
o termina aquí. Mañana habrá nuevas pruebas, más difíc
ntiendo una mezcla d
firmeza, aunque su voz trai
sa recorriendo cada rasgo de su rostro, como si estu
la ventana y contemplando la ciudad-. Porque aq
pesaba en cada músculo. Sus manos estaban entumecidas, su mente agotada,
rvando cómo el piso se vaciaba. Sobre su escritor
se posaron en su nombre
smo, mientras una sonrisa apenas perceptible curvaba