ones. Llevaba más de doce horas dentro de las paredes impecables de Del Monte Holdings, y aun
horas, pero el despacho de Dante Moretti seguía iluminado. El murmullo lejano de la ciudad se filtr
Apenas podía creer que había sobrevivido su primer día sin derramar café sobre algún document
me que ya reconocía r
rita
idante que parecía cargar en cada movimiento. La corbata gris estaba aflojada y la chaqueta del traje descansaba sobre una silla, pero ni
ofesional mientras reprimía la incomodidad que le pr
omó el documento de sus manos y lo hojeó sin sentarse, sus ojos grises recorriendo las pá
os, dejó la carpeta sobr
table -d
frunció
cuatro horas revis
ble -respondió, seco, mientras toma
a extraña sensación de que Dant
ré que sea... sobresaliente -dijo
Dante se curvaran apenas en una
a. Aquí no se premia el es
riesgado, pero había algo en su tono, en esa forma tan calcula
otra, y la estudió con detenimiento, como si quisiera descifrarla.
a, trabajará exclu
deó varias vec
erd
con absoluta calma-. Necesito a alguien que gestione mi ag
bara de pedirle que pilo
todo m
rario de oficina. Hay cenas corporativas, viajes, juntas de e
, al mismo tiempo, el más codiciado dentro de Del Monte Holdings. Pero había un problema: no entendía por qué
debería haber mejores opciones para usted. Apen
nte, con voz baja pero firme-. Estoy dándole
por unos segundos, intentando leer entre líneas. Había algo en su tono, en esa
e atrevió a preg
. No parpadeó. No sonrió. No respiró más r
a usted -respondió, s
cogía. No supo si la respuesta la
io-. Cláusulas de confidencialidad, exclusividad y disponibilidad absoluta. Nada de filtracione
o tomó con manos temblorosas. Eran al menos veint
ó las palabras- mucho
se hacia adelante-. Y también
a de golpe, sintiendo cóm
gnifica que no pue
de Dante brillaron con a
odos sobre la mesa, acercándose lo suficiente para que Catalina sint
do que Catalina sintió que podía oí
recostarse en su silla, como si aquella adve
a para decidir. A
intentando controlar la respiración. Mientras el ascensor
de su vida personal. Sabía que Dante Moretti era un hom
dea de rechazarlo le
lo en su despacho, observando por los ventanales. Sobre su escritorio, el e
iro escapó d
a mi juego,