a de fría satisfacción cuando l
ontigo
, mi voz plan
oso. Por un momento, pensé que discuti
Pero vuelve
tuvieron en las cicatrices frescas de mi abdomen, un brillo posesivo y triunfante en ellos. Lo
Valdés lo a
tanta s
uto que envió por mí estaba, por supuesto, intervenido. Encontré el micrófono y la cámara ocu
de aquí, pensé. So
re, supe que era un error. El aire estaba carga
ostrar la cara -espetó mi padre,
icos, y yo me estremecí, cayendo instintivamente de rodillas para recoger los pedazos.
dote de vuelta aquí con el rabo entre las piernas
o con una rabia que no había sentido en años-. Estoy aqu
mente sorprendi
me d
u cojera falsa. Lo había usado para golpearme desde que era un ni
uelo, el dolor irra
a -gruñó, respirando pesadamente-. ¿Qué
el suelo, mi v
. Me vendiste a esa mujer por
ó, pateándome en las costillas-
e goteando de mi labio-. No mereces ten
e patadas y puñetazos. No me defendí. Simplemente me quedé allí, una extr
ta principal se abrió de golpe. Los guardias de segurida
ue el rostro de Eva, su expresión ileg
leó una nueva táctica: el silencio. No me hablaba, ni siquiera me miraba. Simplemente dejaba comida fuera de
a dado. Era un video. Eva y Kael, en nuestra cama, enredados. Cla
y hueco en el pecho. No quedab
. Quería salir
staba borracha, sus movimientos inestable
nos a cada lado de mi cabeza, atrapándome
a centímetros del mío-. ¿Por qué esto ya no te mo
i rostro una má
muerto -dije,
s, Bruno, tu fantasma me pertenecerá. Guardaré tus cenizas
escalofrío. Estaba loca. Ver
ncontrar los míos. Giré la cabeza y
se aflojó y se desplomó sobr
ovilizándome en la cama. Sus palabras resonaban en
de noche, vibró. Era un mensa
da para dentro de una
sión que había construido a mi alred
tudio, el único lugar que era verdaderamente suyo
brandy caro y un encen
os libros encuadernados en piel, las cort
las llamas lamiendo las pare
última vez. Seguía durmiendo, ajena
Eva -s
epartamento, sin mirar atrás mient