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Historia
El Precio de una Mentira Perfecta

El Precio de una Mentira Perfecta

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:2054    |    Actualizado en: 13/08/2025

dalo estalló, apareció en la televisión nacional, con el rostro convertido en una máscara de dolor. Juró que yo era la ú

la de beneficencia. Lo vi hablando en voz baja c

ja de verdad te cr

soltó u

Por eso es tan

imero mi corazón, luego mi espíritu, hasta que la fort

una mentira elaborada y cruel. Al otro lado del salón, sus ojos se encontraron con los míos, no con pánico, sino con

monstruo oculto a plena vista. Se inclinó hacia mí mientras yo

. El mundo enter

n pronto como terminó la ceremonia, me escabullí y reservé

ítu

mbre cuyo nombre era sinónimo de poder y éxito, tenía un secreto. Una aventura de cinco años. Un hijo. La ciudad estaba en

ó con un famoso entrevistador, su rostro una máscara de dolor y arrepentimiento. Habló de un terrible error, d

, Isabel. Ella es mi roca, mi alma, la única mujer que he amado de

un hombre que se había descarriado pero que

ompson. Creía en el matrimonio perfecto que habíamos construido, en el amor que se s

se hizo añico

baile del Hotel Presidente InterContinental resplandecía. Candelabros de cristal goteaban luz sobre la élite de la ciudad. Yo estaba junto a la gran esca

hacia un rincón tranquilo del salón. Mis ojos siguieron su mirada. Una

o que ella desaparecería, que estaría fuera d

gran pilar de mármol. Solo necesitaba ver. A medida que

so? -la voz de Jimena era un susurro empalagoso-. Se veí

retumbante que antes hacía que mi corazón

ee todo lo que le digo. Por

bello del niño-. ¿Cuándo le vas a decir que

, su corazón. Luego, su espíritu. Cuando termine, la fortuna de la f

sonido fue ensordecedor en el repentino silencio de mi mundo. Mi cuerpo se entumeció. No podía

bía derramado "accidentalmente" una taza de café hirviendo en mi mano, momentos antes de un

Me había abrazado, sus ojos llenos de preocupación, y me prometió que nunca dejaría que n

o a mi esposo, sosteniendo la mano de su hijo. La mujer que me había la

fragmentos resonó con el astillamiento de mi corazón. Mi matrimonio per

r una fracción de segundo. No había pánico, ni culpa. Solo un cálculo frío y sereno. Se di

siera proponer un brindis. Por mi hermosa y talentosa esposa, Isabel.

brillando de admiración por este hombre devoto. Vieron un gr

mi propia copa, mi mano temblaba tanto que apenas podía sostenerla. Tenía que superar esto. Tenía

ares de ojos sobre mí, pero los únicos que po

usos bañándonos. Se inclinó

. El mundo enter

sado premio de cristal, mis manos entumecidas. Di un discurso que no recuerdo haber escrito. Las palabras sa

rio fue rodeado por simpatizantes. Yo me es

nistas. Llegaré tarde a casa. N

entira en un mar in

al conductor una dirección: un penthouse que Gregorio poseía en Lomas de

as luces de la ciudad borrosas a través de mis lágrimas. Una hora después,

imena rodeó la cintura de Gregorio con su brazo. Entraron ju

mi mano temblando mientras usaba mi llave maestra. El viaje en el elevador se

ed. Gregorio, Jimena y Mateo, todos sonriendo, posando e

a la puerta. En la mesa de centro, una foto enmarcada de Mateo dando sus primeros pasos. Las paredes estaban pintadas de un cálido amarillo manteq

opio esposo. Un fantasma asomándose a

ecé de vuelta al elevador, mi mano buscando a tientas el botón. Una vez af

e voz. La segunda, la tercera, la décima. Silencio. Después

. -Su voz sonaba adormilada,

regorio? -susurr

onistas. Se alargó. Esto

hé la voz de un niño en el

¿me d

na pausa la

a vez la de su abog

os terminando a

e aclaró l

r está con él esta noche. Mira, Isabe

lg

mentiras, el gaslighting, la actuación pública de devoción. No fue u

bía parado frente a mí, sus ojos bril

ca estarás sola. Te protegeré. Te aprec

eí. Un sonido hueco y roto que fue tragado por el ruido de la

de nuevo. Un men

a próxima semana. Te tengo una sorpresa.

planeando una sorpresa. La única sorpresa que quedaba era

un vínculo forjado en la infancia que era más fuerte que cualquier lazo de sangre. Estaba en Silicon

El primero que s

que había ayudado a construir. Pero ya no er

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