to a mi cama, su rostro una máscara de cansada pre
es -dije, m
omo si se hu
a a un retiro en el campo. Par
olviendo mi rostr
ibró. Era un archivo de audio de un número
de Gregorio,
á está aquí. -Luego la ris
Mateo. El nombre resonó en la habitación vacía. La había enviado lejos pa
uestro departamento. Me condujo a un resort de esquí en l
bía enamorado. Se arrodilló ante mí, como lo hizo ese día,
Te dije que te tomaría la mano par
rdaba que me había dejado
las pequeñas manos de Mateo, enseñándole pacientemente a deslizarse sobre el hielo. Jimena estaba cerca, radiante, ajustan
sentían clavados en el lugar. Jimena me vio. Pat
video de Mateo riendo mientras Gregorio lo hacía girar-. Gregorio e
re agonizaba en el hospital. Me había dicho que estaba en
vesó el pie. Miré hacia abajo. Había un trozo de vidrio incrustado en la punta de mi
goteando veneno-. Algo que tú nunca podrías
lar de mi hijo -sise
. De todos modos, no era
hacia nosotros, con el ceño fruncido. Se posicionó a
-exigió-. ¿Por qué
embistió con su cabeza mi estómago, justo donde la cicatriz de mi cirugía aún esta
a! -gritó Mateo-. ¡M
mirada estaba fija en Jimena, que tenía una mano presionada contra su estómag
oz teñida de decepción-. Está embar
era formar una respuesta,
o que estoy per
a en sus brazos y comenzó a patinar furiosamente hacia la salid
ida profunda y ardiente. Ni siquiera miró hacia atrás. Lo último que vi fue a Mateo, mi
ompletamente sola. Un empleado del resort me ayudó a levantarme, su ros
frío y shock. Llamé al teléfono de Gregorio. Una y otra ve
la oferta de la enfermera de una silla de ruedas. Salí coje
pie fuera de una habitación, de espaldas a m
a casi tiene un aborto espontáneo. El doctor dijo que s