tre y se extendía por todo mi cuerpo. Estaba vacía. Ahuecada. No solo se h
hablando con Javier
o... Nadie puede saber que estaba embarazada. Nadie puede saber sob
l. Para su reputación. Estaba manejando
de la herida abierta en mi alma. Temblaba incontrolablemente, una tormen
tación, su rostro era una máscara
lo sient
tro hacia la pared, negándome a mirarlo, negándome
ometió castigar a Jimena, enviarla a ella y al niño lejos. Palabras va
ras para comprarme un famoso panecillo de una pastelería de moda en la Roma porque me escuchó mencionarlo una vez. Organizó un espectáculo privado de
mente pensaba que era amor. Pero yo no sentía nada. La parte de mí que lo ha
me llevó a una subasta de ar
-dijo, sonriendo-. Para q
manuscritos raros. Levantó su paleta una y otra vez, un rey o
uánto l
lquier cos
soportarlo. Me disculpé, murmurando algo sobre necesitar aire, y fui
los cerrados. Una risita baja, seguida del gemido de un homb
lo y el marco. Eran ellos. Gregorio y Jimena. La tenía pre
ó él, su voz espesa por el d
Quiero que lo hagan. Quiero
que me dobló las rodillas. Salí corriendo del baño, con la mano sobre la boca. Logré
umo comenzó a salir de las ventanas superiores de la casa de subas
Entonces lo vi. Salió por una entrada lateral, su brazo envuelto protectoramente alrededor de Jimena.
e abalanzó, una ola de cuerpos aterrorizados, y me derribaron. Caí
onó en mi mente mientras la
vo. Esta vez, Gregorio estaba a mi lado,
por el alivio-. Cuando estalló el incendi
cil, tan suave, que c
oz plana y muerta-. Te
tro pa
imaginado. -Se arrodilló junto a mi cama, sus ojos supl
sonido seco
país. No quiero volver a verlos nunca más. -E
ongeló. La másc
ne nada. Mateo es solo un niño. Tengo que... tengo una res
lia secreta, como una forma retorcida de p
por mi sien. Se había acabado. Lo que quedaba entre nosotros, cualquier f
a enfermera me estaba insertando una aguja. Estaba en una habi
gunté, luchando contra l
ba allí, su r
ucha sangre. Necesita una transfus