or -tartamudeé en el micróf
fono de mis dedos entumecidos. Le dio a la m
solo un po
í, sus ojos brill
u idea, ¿recuerdas? Subastar u
za silenciosa y viciosa. "
a expresión de aprobación en su rostro. Pero no me miraba a mí. Miraba a Sofía, u
uación, estalló en aplausos. Mi
doscientos mil pesos!
Dos millones. Cada número era una nueva ola de humillación, hacién
su aliento calien
orbata roja? Ya va por los cuatro millones. L
inmobiliario viejo y grasiento que una vez me había acor
sparó a diez mi
raña soltura en mi hombro
o por el micrófono que aún estaba cerca de
as comenzaba a deslizarse hacia abajo. Una ola
e alta para que todos la oyeran, e
s torpe y arruinaras también este ve
Los reporteros de la primera fila escribían furiosamente, sus ros
esos al señor Henríquez! -gritó el
ojos recorriendo mi cuerpo. Envolvió una mano sudorosa alred
e fría molestia en sus profundidades, pero no se movió. Simplement
usado un disfraz un poco revelador para una pieza de performance. Damián se había pue
sado que
mbre que me veía como su propiedad. Una propiedad que a
rieron en ese momento. Mis ojos se vol
vertí a Henríquez, m
ió, su agarr
por esta noche. -Comenz
encontré ninguna. Los invitados y los medios de comunicación solo observaban, entreteni
pensar que podía ca
fue una t
alvable brecha entre mi mundo y el de Damián. Su amor habí
ga y dejé de luchar
o, su rostro una máscara de angustia-. ¡Hay un problema con los
os ojos grande
incluso por caridad, es ilegal. Podría considerarse una
estalló
o de una noche conmigo destrozado. Empezó a gritar, e
le ofreció a Henríquez una lucrativa sociedad en un nuevo proyecto te
había t
n en los míos. Hizo un gesto con la cabeza ha
l silencio era
s de dólares -dijo, su voz peligrosame