salpicando un poco de bebida cerca del perro de
radores, golpearon a Jimena con una brutalidad salvaje, dejándola hecha un ovillo en el suelo
prohibió llamar a la policía o hablar con la prensa. Incluso amenazó la vida de Jimena si yo le causaba un problema a la señora Garza. Más tarde, me obligó a tocar el violonchelo para Diamante has
! ¡Es un sacrificio! ¡Y no te estás sac
vada donde Diamante, con una bata blanca, observaba c
ítu
ibición de Diamante Garza rasgó la pe
pezado. Su bebida salpicó cerca de las
n no fue n
a Jimena. No la contuvieron. La golpearon. Fuerte. Una vez. Y otra. La cabeza de Jimena se sacudi
e paso entre la multit
ime
acero le bloqueó el paso.
dijo él, su vo
con los ojos fijos en la figura inmóvil de Jimena. Los guar
rostro una máscara indescifrable. Él era el jefe de seguridad de
que hicieron? -Su voz era
scena, sus movimient
perro. Sabes cuánto signif
i hablara un idioma extranjero. Llegaron a
marás a la policía. No hablarás con la prensa.
corazón convirtiéndose en un
ma? Álex, c
rovisto de simpatía-. Y seguirá así mi
asfixiándola. Este era el hombre que ama
Él era una estrella en ascenso en la seguridad privada, asignado a Diamante
gada de una culpa que parecía no tener fondo-. Los médicos
u vida. Una deuda que sentía que nunca podría pagar. Ahora, Érika veía
alabra quebrándose-. ¿Por
mirada tan dura como el
sonido de la fiesta un eco distante y burlón. Regresaba con su
en terapia intensiva, su rostro una masa hinchada e irreconocible de moretones. Los médico
steniendo la mano inerte de su hermana. Intentó
y vacío departamento en Polanco, él
-preguntó,
s intensivos. Ál
ó hacia el bar, si
rotocolo. El perro vale
a vertiginosa o
activo. Es mi her
con el vas
ipo legal de los Garza la hundirá. Dirán que estaba drogada, que los atacó. La arruinarán. -Tomó un sorb
ía. El hombre que la abrazaba por la noche, que se reía de sus malos chistes, que una vez
un departamento diminuto. Él había vendido su preciado reloj antiguo, el que su padre le habí
Érika -había susurrado, trazan
lugar había un extraño, un mons
ras esto, ¿verdad? -preguntó
egida -dijo él, su voz plan
o? ¿No hemos suf
lgo en sus ojos -dolor, conflicto-, pero desapareció tan rápido
ó, como si fuera una ley de la física-. Ahora,
trozado. Mientras Érika caminaba hacia su habitación, lo entendió. Su matrimonio ya no era una soc