dureció al contestar el telé
uieres,
ió. Podía oír su voz frenética y sollozante a
Alejandro, con los nudillos blancos sobre
abía podido resistirse. Observé la tensión en sus hombros, la guerra en su rostro. Era un director general que
ilencio, suspiró, todo su cue
¿Dónd
llenos de una disculpa que se sentí
nazando con hacer una estupidez. Te
era de nuestra casa. Mi escape ya estaba en marcha. E
je, mi voz ape
, con el rostro surcado de lágrimas pero los ojos brillantes de triunfo. En el momento en que
, tratando de apa
ara,
ás fuerte, hundiendo
s, Alejandr
os míos por un breve e indefenso momento antes de ceder final
ora silenciosa e invisible de su drama interminable. M
Alejandro era te
mos a la casa de campo de sus padres en
andro
z afilada por la impaciencia. N
ofer. La humillación me quemaba en las entrañas mientras sentía los ojos del per
rando el volante con tanta fuerza
Bárbara susurrándole al oído a Alejan
a -advirtió él, s
uchero, fingie
frío, Alejan
é el volante con más fuerza, c
s ojos llenos de una disculp
suavizándose en ese tono familiar e
, Bárbara.
en mi garganta. Qué chiste. Este matrimonio, mi vida durante
e había casado conmigo. Pero ahora, mientras nos deteníamos en su extensa
uí! -exclamó la señora De la
a nuestra Bárbara -arrulló Bárbara,
lino de afecto y familiaridad,
apagado, el silencio ensordecedor
mi teléfono vibró. U
casa. Me quedo
cencia de decírmelo a la cara. Fui despedida. Env
una película de lágrimas que me negué a dejar caer.