e asomó al pasillo con discreción. Era sábado por la mañana y, como siempre, había planeado un día en casa, ordenado y tranqu
excusa de recoger el periódico que ya ten
estab
a maceta con el pie. Su cabello estaba recogido en un moño improvisado que parecía a pu
ayuda? -preguntó Elías,
omo si entendiera la señal, cayó al suel
a, mirando la planta como
sin saber si reí
Ro
enía -respondió ella con una sonrisa torcida-. Supongo qu
zo lo mismo, y durante unos segundos, solo se escuchó el roce de las
vecino misterioso -dijo
do. -Le extendió la mano
. Su apretón fue firme, cálid
el volumen de la música o de los que s
del vino -respondió él,
hubiera hecho el mej
de los que no hablan mucho, pero cuan
frase se le quedó grabada
mportancia: libros, películas, café, lluvia. Luna se movía como si conociera el lugar desde
ta con un dibujo de un gato en monopatín y las palabras
ías escribió
tráfico con aroma a canela y tierra mojada. Y