z de mi madre, haciendo añicos la tr
, una reliquia del pasado de mi abuelo, s
a, mis rocas durante una misteriosa enfermedad. Pero una nueva becari
aba, lloraba, incluso rompió deliberadamente mi premio, todo para ganarse su compasión. Daniel e
a? Es solo una becaria -me acus
el a
e. Es solo
jándome sola. Más tarde, Daniel, enfurecido por un jarrón roto, me empujó, provocándome una herida en la
ariscos, las veces que me tomaron de la mano en la sala de urgencias. Las garden
traños. Mi decisión estaba tomada. Quemé nuestros recuerdos compartidos, renunci
ítu
mi madre por teléfono, tan tranquila
una alfombra de joyas esparcidas. El aire fresco de la noche se sentía bien contra mi piel. Hacía apenas una semana que me ha
nté, con la voz to
arza llamaron. Creen que ya es hora. No
ro. Un matrimonio arreglado, un pacto hecho entre nuestros abuelos hacía
n la mente sorpre
la ciudad, una metrópoli que albergaba todo
ey? -preguntó mi madre, con u
arable. Eran más que hermanos, nuestras vidas tan entrelazadas que era difícil saber dónde empeza
nte algo se s
nstante-. Volveré. Solo necesito dos s
suspiró
está muy bi
n meses, sentí un propósito que no estaba ligado a un plano o a
iesta. Era una fiesta de bienvenida para Judith Campos, una nueva becaria en mi despacho de arquitectura
. Vi a Daniel, el CEO del imperio tecnológico de su familia, riendo con un grupo cerca del bar. Ismael, el mundialmente famos
ció notar
fecta de inocencia y nerviosismo. Llevaba un sencillo vestido blanco que la hacía parecer más
n de par en par. Se acercó,
bueno que pudiste venir. Me preocup
iendo una pequeña sonrisa
o creer que hayan hecho todo esto por mí. -Se miró el v
bien,
ta, con los oj
e tengo que estar en la oficina temprano m
que quieras -dije, dándome la vu
sparó y me ag
uchan. Dijeron que solo están esperando a que tú
jos estaban abiertos y suplicantes. Era una actu
permiso para quedarte en una fiesta -dije,
asomaron a sus ojos y rápidamente solt
z temblorosa-. No quise molest
rpe y teatral. Se tropezó con sus propios pies y cayó, la bandeja de bebi
udi
ron corriendo a mi lado, con los rostros llenos
con la voz cargada de angustia
Daniel fue cortante, su mirada
abeza, las lágrimas
y me puse nerviosa. -Me miró, su expresión era una desgarradora mezcla de mi
s miraba. Sus susurros eran baj
se de pie, con el brazo firme
ó, con los ojos fríos-. Angelina, ¿qué demon
u habitual actitud despre
pasaste. Es
mejor que nadie. Y en ese momento, los vi con claridad por primera vez en mucho tiempo. No me miraban a mí,
en que ambos me tomaron de la mano en urgencias después de mi primera mala caída de un caballo. Los recuerdos eran cálidos, pero la realidad frente a mí era helada.
atiga de mi enfermedad. Estaba cansada de esta ciudad, de est
z plana y desprovista de e
necesitaba hacerlo. Sabía lo que vería: a Daniel
ón, una decisión se instaló en mi corazón, dura y definitiva. No solo me ib