tico y el tacto de una sábana áspera. Abrió los ojos lentamente. Las paredes blancas y la luz fluorescente del techo l
edro, su voz quebrada por el aliv
o ronco. Tenía la garganta seca. Pedro le acer
pasó?", pregu
presión altísimo, por el coraje. Casi te nos vas,
Elena. Juan se acercó a la cama, con cara de arrepentimiento. Elena se quedó a
e sientes? Per
rponiéndose entre su hijo y la cama. Su
beza hacia Elena, sus ojos lanzando chispas. "¡Y tú, víbora!
na
lpa de que a su esposa le dé el telele
nuestro aniversario número cincuenta, la llevas al borde de la muert
a sospechosa y pregunté. Si ella tiene la conciencia sucia, no es mi problema.
anecido en silencio,
Elena! ¡Y
s! ¡Defiende a tu mamita santa que se ca
o un revulsivo. La debilidad que sentía se transformó en una oleada de adrenalina y f
unque todavía débil, cargada d
tación se callar
embloroso. "No te quiero volver a ver en mi vida. Y tú, Juan..
daron por las m
o te jur
n el suelo, viste a tu esposa insultarme, y te que
n. No iba a ser la víctima. No iba a dejar que esta mujer destruyera su vida y su hono
rimonio", dijo Sofía, cada palabra precisa y afilada. "Pero no te va a funcionar. Ahora to
e Elena. Vio en su suegra a una mujer que ya
a fuerza en su interior. La batalla apenas comenzaba, y es
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