dín. El olor a tierra húmeda y a hierbabuena llenaba el aire. Aquí, en su pequeña casa a las afueras del pu
az, agudo y ama
tando sombras monstruosas en las paredes de adobe. Ramiro, el hombre con el que la obligaron a casarse,
on una voz melosa que ocultaba un veneno mortal. "Es para una b
ar. A cambio, cuando Catalina contrajo una enfermedad debilitante, él no dudó en sacrificarla. La desangraron lentamente, transfiriendo su fuerza vital a
enía un retorcido sentido del humor. Ra
sa la sacó de sus pensamientos. Sofía no necesitó mirar para sab
, bajó del carruaje con el rostro surcado por la an
con la voz quebrada. "Te lo ruego como
las manos en su delantal. La miró directamente a los
o mi respuesta
tranquila,
está dispuesto a darte lo que pidas. Tierras, or
na risa seca,
esposo pueda ofrece
ndose en frustración. "¿Por qué tanto odio? Ramiro siempr
só en casarse con ella; fue obligado por su padre, Don Ernesto, quien vio el valor de te
jando a un susurro helado. "Ramiro nunca me ha visto como nada má
ó con furia, su r
n corazón! ¡Dejar morir a un
en sus labios, una sonrisa que no llegó a sus ojos. "Doña Elena, su hijo no est
yor la miró
quieres
adelante, como si fuera
tear los frenos para matar a un rival se volcó sobre él. El universo
hijo con Mateo, pero nunca había querido creer que Ramiro fuera
surró, pero su voz c
dijo Sofía, enderezándose. "No curaré
a fulminó co
l. ¡Encontrará una cura verdadera, no tus supercherías de pue
suertes," respondió Sofí
Sofía no sintió nada. Ni pena, ni satisfacción. Solo un vacío helado donde antes habí
ñas. Pero antes de que pudiera dar un paso, otra figura se acercó, esta vez a
pañuelo en sus manos. "Perdone la molestia. Sé que ha dic
esonó en el
.." la mujer rompió en sollozos. "Los curanderos dicen
e Ramiro había intentado asesinar. El hombre que, sin
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