nacarado, con letras doradas q
e nuestra generación, se casaba
rosidad, invitó a
no estaba en la li
ui una sombra, una v
Isabella, sus ojos fríos como el hie
fortunas, de no merecer
alma, intentando ahogar la ra
por el cabello y me metieron a la
ra municipal, arrojánd
humillada, fui test
ntras se burlaban, Isabella g
r a mi leal Pancho, mi pequeño chihuahueño, inte
lágrimas, ofreciéndole todo mi dinero, mi
ella
mis impotentes
cho resonó en mi alma, r
susurrar entre los golpes, mientras e
go, con los restos de un plato de ce
brotó, y e
te recordará tu lugar cada
mientras abrazaba el cuerpo sin vid
ca había d
nza sería