estudio se abrió y Brenda apareció, con una expresión de curiosidad mal disimulada
na! ¿Qué pasó?
que iba a tocarme el hombro, se detuvo en el aire. Retrocedió un centímetro, un movimiento casi impercept
, mirando a Ricardo y Sofí
me y tranquila apareció en el umbral. Era Juan, el mayordomo, el
es culpables de pie como estatuas. Sus ojos, normalmente amables, se endurecieron has
voz era el único sonido
la sangre. Sacó un pañuelo de lino impecablemente blanco
ay que detene
su brazo era un soporte firme y seguro. Le l
ión, señorita. Llamaré a
Ricardo, intentando recuperar el c
era se molest
eñora Carmen Castillo. Y mi única priori
trás en su propia escena del crimen. El silencio
pasillo, Juan
dijo en voz baja, mientras me llevaba a mi cuarto. "Ricar
arme en la cama. Luego, sacó de su bolsillo un p
a en caso de emergencia. Dijo que
temblaban ligeramen
ñorita. Servir a su madre y a
te y asegurarse de que no estaba mareada, J
spiré hondo. El dolor en mi cabeza era un recordatorio palp
vez. Do
Di
rte, clara. No era la v
La fortaleza que había mostra
de la línea. Pude sentir su te
ieron?", su tono cambió instantáneam
elaciones, el teléfono roto, el golpe. Lloré mien
silencio de mi ma
hielo puro. "Enciérrate en tu habitación. No salgas por
, m
dos horas. Y esa 'enfermedad' mía
ión. Su enfermedad era u
basura, hija. Y lo
eva oleada de fuerza. Mi madre vení
ró en mi bolso. Era un mensaje de texto. Lo saqué y vi q
tiras que dijo. Para evitar problemas legales, esperamos una disculpa púb
n millón de pesos? Eran más estúpidos de lo que pensaba