uedado dormida en mi regazo, con la cara manchada de lágrimas secas y de mole. Yo la miraba respi
una versión más cruel de los últimos años. Mi mente, por sí sola,
contracciones rasgándome el cuerpo. No contestó. Cuando finalmente lo hizo, horas después de que Lucía ya estuviera en mis brazos, su voz sonaba adormilada y molesta
r que me había cuidado desde niña, fue q
ado de la puerta cerra
fía, ¿est
lena. Su voz
a. Estamo
a de ira contenida. "Pero tienes que ser fuerte. Por la
uidarnos en secreto, de dejarnos comida cuando Ricardo nos castigaba sin cenar, de dar
vez, mientras me curaba un moretón en el brazo
como siempre. "Es mi esp
que me enamoré, el Ricardo que me escribía poemas y me lleva
de mis pensamientos. Lu
ngo hambre
amor. Espe
a la puerta. Le dio unos go
temblorosa. "Ya nos portamos bien.
lencio. Lucía esperó, con la es
los pasos de Ric
la madera. "Y deja de llamarme papá. Tú no ere
la mesa. Vi cómo la luz en los ojos de Lucía se apagaba. Cómo su pequeño
í. No lloró. Simplemente se acurrucó a mi la
por Ricardo se desvaneció para siempre. Ya no quedaba nada. Solo c