us manos, dejando marcas rojas. No esperaba que los rumores se hubieran extendido tanto, y que
e esas miradas y susurros, pero un grupo de seño
Benavides? La fiest
jugar con
una copa de vino tinto sobre su vestido blanco. Otra la empujó "sin querer", hacié
pla
, robándole el aliento. El dolor de la nariz al llenarse de agua la hizo luchar instintivamente por su vida. Sus ded
a mano con uñas pintadas de un rojo brillante le p
. ayuda.
fixiaba no era el agua, eran las palabras de esa gente resonando en su cabeza. ¿Ella era des
stán hac
repente. Con la vista borrosa, Ximena vio a Ricardo correr hacia ella como un loc
gua y se enfrentó a l
mi esposa, cómo se
soportamos ver cómo
dijo con voz fría y firme: "Aunque el hijo de Ximena sea de un se
cían "¡qué enamorado está el marqués!", él la levant
ecaba el cabello con un pañuelo, su tac
a suave, casi un susurro. "Aguanta un poco más. Cuando Sofía dé a luz, la
r atrás, pensó ella. Y no
sta, cada hueso de
volver
edó atónito p
nos vayamos juntos ahora. Haré que el chófer te
sola allí? Una risa silenciosa y amarga brotó en su interior. Ya no tenía f
huellas que había dejado en esa casa, guardando su ropa, sus libros, sus objetos personales en cajas de madera. No sabe cuánto t
orprendido el desorden de cajas apiladas, y s
tás empacando de rep