Me obligó a ver mi vida por lo que era: un reflejo pálido de los deseos de mi esposo, el Capitán Ricardo. Así que tomé una decisi
ausencia de Ricardo pesó más que la tierra sobre el a
de la tela y el tictac del reloj de bolsillo de mi padre sobre la cómoda.
que no sabía que tenía. "Quiero quedarme. Cumplir el úl
visto crecer, me miró con sorpresa genuina.
e el paso a tu marido hasta el cuartel. ¿De verdad
Era fría y silenciosa, y vivía conmigo en un
da miedo es seguir viviendo como hasta ahora. Deme so
ue había dejado preparada antes de irme de urgencia al pueblo seguía en la mes
cardo, impecable en su uniforme verde, alto y con esa aura de
tina está cerrada. Caliéntalo y ponlo en un termo. Se lo voy a llevar a
pómulos marcados, las ojeras profundas, lo
blo", dije, mi voz un hi
cara era un mapa de agotamiento. Su única preocupación era la cena de otra mujer
entero, giraba al
sacó unos huevos, unas tortillas. En los cinco años que llevábamos casados, jamás lo había visto
regresó a la ciudad, todo hab
metió con cuidado en un termo de metal y se
do, es
ó, imp
unos trámites. Necesito que me firmes esta so
ero la doblé de tal manera que solo se veía el espacio en blanco
quí, por
n mi calma. Pero la prisa por ir con Ximena era más fu
empo para nada", se excusó, como si eso justificara su ausencia en
que no viera el bril
á bi
. Era un perfume caro, uno que yo jamás me habrí
o. Me acerqué a la mesa con pasos rígidos y doblé
. Fue el comisario quien me llamó. "Sofía, tu padre tu
loca. Encontré a Ricardo a punto de sal
eblo, por favor. Mi padre.
a voz cantarina de Ximena so
¡Me prometiste que i
que había asomado por un segundo se borró, reemplazada por
e hacer. Vete tú primero. Cuando
eré hasta que enterramos a mi pa
l era de papel. Su voz, un susurro. "Hija, Ricardo es un buen hombre. Defiende la p
cupado con la patria. E
egadero y empecé a lavar los platos sucios que llev
días para irme