a, de subastas de arte y de sus problemas del primer mundo, lanzando pullas veladas a Sofía cada vez qu
reciente subasta de caridad. Elena se jactaba
adera joya" , decía, mostrando el collar en su cuel
a larga tradición en la joyería antigua de Jalisco. Su abuela l
voz baja, casi para sí misma. Pero en el silencio que sigui
los ojos entrecerrados. "¿P
an las esmeraldas son un estilo moderno, de los noventa como mucho. Y el corte de las piedras es demasiado perf
apoderó de la mesa. Elen
s que una técnica de sonido! ¡Mi joy
neraciones. Digamos que sé un par de cosas. El broche, por ejemplo. Si lo miras de cerca, verá
o. "Sofía, ya basta. ¿Qué te pasa?
ó ella, impasible. "Si a Elena le m
entre ellos. "¿Quién se cree que es?" , "
pobrecita. No te preocupes, no todos podemos permitirnos lujos como este" . Para demostrar su punto, tomó la paleta de la subast
padre a innumerables galerías, reconoció de inmediato que la firma era torpe,
o para demostrar su poder adquisitivo. Finalmente, ganó el cuadro entre l
estaba en el baño, Elena s
icardo es mío. Él ya me eligió. Eres solo un pasatiempo, un escalón que necesitaba usar. Me contó todo sobre ti.
abía inventado una historia de pobreza para hacerla parecer aún más patética ante s
olvió a la mesa,
, dijo c
do. "¿Qué? ¿Por qué? L
y luego a Elena, que
ó con una sonrisa helada que no llegó a sus ojos: "Felicidades p
pálido y a Elena con la boca abierta. La guerra no se pelearía en su terreno. Se