o, Ricardo rentó el restaurante más e
a orquesta de cuerdas tocaba suavemente en una esquina, y el chef, un hombre
te a mí, con una caja de
el sueño más hermoso. Eres mi inspiración, mi todo. Quiero pasa
bajo la luz de las velas. Era una pieza de alta joyería, única, diseñada ex
orpresa", aplaudieron. Ricardo me levantó en sus brazos y me besó, un bes
" , decían los titu
omas que yo había decorado con cada detalle. Ricardo me cargó h
protagonista de
n para mandarlo a la tintorería. Al meter la mano en el b
saq
lápiz
os. Este era de un color rosa chillón, casi fosforescente, en un envase de plástico bar
como a chicle de fresa, invadió mis fo
un hombre obsesionado con la imagen, con el lujo. Jamás habría algo tan cor
fugaz cruz
bocetos. Llevaba puesto ese mismo tono de labial rosa. Recuerdo haber pensado lo vulgar que se veía, pero no
do dijo que me veía muy... fresca con él"
mportancia. Ricardo era a
mano, sus palabras resonaban en
ió del baño, envuelto en una toalla blanca,
unda parte de la cel
en mi mano. Su sonrisa se desvaneció por un segundo, sol
eguntó, tratando de
la voz más calmada que pude fingir. "
risa forzada que n
on tanto abrazo y felicitación, seguro se le cayó a alguien en mi bolsil
o tiró a la basura con un gesto de desdén. Luego
arruine nuestra noche. La únic
to que antes me derretía aho
ar. Asentí, forz
zón. Es una
en otro lugar. Recordé el día que nos comprometimos, en e
ofía. Mi vida es un l
a certeza que me heló los huesos, que Ricardo era un m