me arrojó dentro como a un saco de papas. Caí al suelo, y
ndas tu lección!", gritó, antes d
on peor que a un animal. El señor Sánc
ito. Debería haberte dejado
calidad. Mi cuerpo sanaba lentamente, pero l
té a ellos en el comedor. Sofía estaba allí
o", dije, mi voz firme a pe
chó a reír, una risa
¿Tú? ¿Quién te crees que
aquí para ser humillado. Sofía es libre de hacer lo q
antó de un salto, su ros
mos hecho por ti. Te recogimos de la basura, te dimos u
pe me hizo girar la cabeza, y el sabor me
ilia!", continuó gritando.
or cada bocado de pan. Cuidé de Sofía, la protegí, luché en nombre de esta
mostrado?", intervino el señor Sánchez, acercándose amenazadoramente. "Te di
me a su servicio", repliqué. "Nunca me pregunta
hez soltó una
l. Un perro guardián para nuestra Sofía. Y ahora, tienes una última utilidad: ser el marido
mi corazón, pero escucharlo de sus labios lo hizo real. Todo había sido u
a ira fría. "Pueden obligarme a hacer muchas cosas, pero no pueden obligarme a aceptar esta
ez, su voz bajando a un susurro peligroso.
ldad. No se trataba solo de ambición. Disfrutaban
ajedrez. Una pieza que estaban dispuestos a sacrificar sin
ya no iba a dejar que