íncipe Heredero, Alejandro, elegiría a su co
uerza que mis nudillos se pusieron blancos. Cada crujido de la madera, cada susurro d
ía acogido. Crecí junto a Sofía, y nuestro compromiso era la
real, ostentoso y dorado, se detuvo frente a la mansión. De él descendió el P
enía
ro pálido, estaba Sofía. Su vestido estaba
ón se me
riba abajo con desprecio. Era alto, imponente, y su sol
levantó su mano. En ella sostenía una pequeña prenda de seda, una pieza de la
inhaló profundamente, cerrando
u voz un susurro veneno
ojos y su sonr
dad? Sofía me ha ha
garganta, ahogándome. La sangre me hervía en las
ncia", continuó, su tono casual, como si estuvier
sa. Pero ella seguía con la vista fija en el suelo, sus hombros te
de la casa, seguido de su esposa. En lugar de indi
ra humilde morada", dijo el señor Sánc
guardando la prenda de Sofía en su
mucho en común. He decidido que ella es una ca
hez ahogó un g
ría el mayor honor d
la mujer a la que amaba, me vendían por un título y poder. Mi origen humilde, mi fa
sos ojos que yo había amado desde niño, estaba
provista de cualquier emoción. "Esto es
petición. E
arrastrara cadenas. Recordé los años pasados, las promesas susurradas en la oscuridad
a su casa no por caridad, sino porque vio potencial en mí. Vio a un sirviente leal, un guardaespaldas pa
porque me había enamorado de ell
so habí
ndo me miraba, todo había sido una mentira. Una actu
e mi prometida, su familia celebrando mi humillación y Sofía, mi Sofí
agudo que apena