es de la mansión Sánchez. Era un espacio que contrastaba brutalmente con el lu
sentía espeso, cargado de la humillación que me ahogaba. Quería gritar, rom
Leo, mi único amigo en esta casa, otro sirvie
no de preocupación. "Te traje algo de com
a bandeja con pan
con la
go hamb
ió. "Lo que te hicieron hoy... no es justo. Todos
ero antes de que pudiera agradecerle, la puerta de mi hab
relucientes, entraron a la fuerza. Detrás de ellos, con l
queña habitación se sintiera aún más
para entrar aquí?", esp
lido, pero se
aje comida
ia, y sin previo aviso, le d
lo con un estrépito. El vaso de agua se hizo añi
pero el otro guardia me empujó de vue
e mueves
ndo una obra de teatro. Se acercó a mí, sus pasos lentos y deliber
dramática", dijo, arro
uvo frente a mi cara, tan cerca que podía oler el perfume caro de él m
dora. "Sofía tiene una piel increíblemente
de nuevo, esta vez con una i
rito su nombre. Dice que nadie
lculada para destruirme. La rabia me cegó.
amientos. Se inclinó aún más, s
sarán, como estaba planeado. Pero vendré a visitarla a menudo. A veces,
a a Sofía, quería humillarme, restr
y luego se echó a reír. Una risa fría y cruel qu
sacudió el polvo i
enó, señalando a Leo, que se
a habitación. Escuché sus quejidos de dol
última mirada, una mezc
mos pront
oscuridad, con el eco de su risa y el