e servicio corrían de un lado a otro. Me encerré en mi nuevo y anónimo cuarto de huéspedes, pero no
decía al Chato. "Nadie entra ni sale sin mi permis
n Ximena, patrón?"
z de Diego se volvió
e se quede en la puerta. No quiero que ande rondando por ahí, incomodando a Sofía. Maña
dido,
se. Así que ese era el plan. Usarme, encerrar
rada parecía cansada, con ojeras y el peso de diez a
i larga cabellera negra, mi orgullo, la que a Diego tanto le gustaba, y la corté. Mechón por mechón, el pelo cayó
ación. La Ximena que él conocía, la que él
ié, deshaciéndome del último rastro de la mujer que había sido. Estaba lista para irme. Mi p
lona con lo esencial, la puerta de mi habitación se abr
siseó, entrando en la habitación y
opa. Una mueca de despre
y vistiéndote como una sirvienta? Déjame decirte algo, gata. Tus
o a su lado para agarrar mi bolsa. "Te lo puede
en mi camino, bl
mi boda, y vas a ver cómo me convierto en la señora de esta casa
no, Sofía," dije, mi
suficiente. La rabia que había mantenido a raya durante días finalmente explotó. La empujé de vuelta, con
a allí, su rostro una máscara de furia. Vio a Sofía en e
pasó. No esperó
fuerza brutal. El impacto me lanzó hacia un lado, y mi cabeza golpeó
ostro contorsionado por la rabia. "¿T
levantarse, abrazándola y sus
oy aquí. No dejaré que esta
aba con el dolor helado que se extendía por mi pecho. Me había golpeado. En diez años, a pesar de las peleas y la vio
as audible. La incredulidad luc
mí, sus ojos llen
ta que te llame para la boda. Y si te vuelves a acerca
al que había amado, y ya no reconocí
amor. Caminé por el pasillo, sintiendo las miradas de los sirvientes y los
suelo, mi espalda contra la madera. El último fragmento de esperanza,
ndo finalmente salió a la superfic
or
tanta crueldad? ¿Qué le habí
abía hecho nada. Simplemente, ya no le servía. Y e