nos dejan" flotaban en el aire pesado de Jalisco, pero no eran de amor, eran de desafío. Cada rasgueo era una pregunta silenciosa para Diego, que
ata, el mismo que usé la noche que cerramos nuestro primer gran t
. Uno que solo
omento, haciéndome esperar. Era su juego de poder favorito. Finalmente,
er numeritos y sube
s ruidoso que la canción. Dejé el instrumento en su estuche y subí las escaleras, cada
detrás de su imponente escritori
iendo?", preguntó, su voz
más firme de lo que me sentía. "¿Acaso y
na que conocía demasiado bien. Era la sonrisa
na. Sé perfectamente lo que int
de arriba abajo, como si
o ser el centro de atenció
ante, apoyando los co
tu mariachi toq
, tan real, que sentí un mareo. Tocar en la boda del hombre que
, logré
mejor música, y esa es la tuya. La gente debe ver que no hay rese
ba desechando, sino que quería que yo misma l
que yo daba la cara mientras él se quedaba en la sombra, las veces que usé mi talento y mi nombre para blanquear sus negocios, convirtiendo cantinas de mala muerte en locales re
decía, "nos casaremos, Ximena. Y todos sa
llo de naipes que se derrum
la puerta del despacho se había quedado entreabierta. Una voz,
guro de esto? La
o venenoso, cargado de un desprecio
i esposa, necesito algo... más puro. Alguien como Sofía. Una niña bien, educada, limpia. Ximena ya está muy corrida, muy vivida. ¿Entiendes? El
do era solo un peón que ya no le servía en su tablero. La pureza de Sofía, una estudiante de gastro
olor, algo más frío y duro comenzó a formarse. La tristeza se
el huracán que se desataba d
Será un honor t
e sorpresa, luego se relajó en una sonrisa
e había vivido. No fui a mi habitación. Fui directamente a la cocina, tomé un cuchillo pequeño y salí al patio trasero, al lugar más
Un número que había memorizado hace años, el núm
e que una voz grave y
én ha
tillando contra mis costillas
. La mujer de Diego. O bueno, la que era su mujer. Tenemos