me miraba. Todos a mi alrededor, mis amigos, mi familia, me decían que estaba loca, que me estaba h
es, lo dejaba todo listo en su mesa antes de irme a mi propio trabajo. Por la tarde, pasaba por la tintorería a recoger sus trajes, me aseguraba de q
ver si Mateo necesita algo". Me convertí en una sombra, una extensión de sus necesidades, y para
sorpresa perfecta, le horneé su pastel de chocolate favorito, uno que su abuela solía hacer
io un vuelco, me escondí detrás del sofá, sosteniendo un p
eo no en
egunda piel, se colgaba de su brazo, riendo de algo que él le susurraba al o
tó Mateo, su voz teñida de f
ite, sintiéndome
Mateo. Yo... quería
ofía, me miró de arriba abajo c
que no ocultaba su burla. "Mateo, no me di
a que yo había atesorado durante años, dentro había guardado cada recuerdo de nosotros: la entrada del primer concierto al que fuim
có a la mesa
ura?", preguntó, abriéndo
o y soltó u
íamos! ¿De verdad guardaste
a foto de sus manos y la miró con desprecio, luego, s
mena, aferrándote a cosas
de madera, caminó hacia el bote de basura de la cocina y la vació por completo, cada peq
peando el fondo del bote fue e
laudió s
que deshacerse de lo viej
do a mí, y la besó, un beso largo y apasionado, jus
frío que se instaló en mi pecho. En ese preciso instante, algo dentro de mí se quebró par
abó,
ase, clara
aca
y caminé hacia la puerta sin decir una s
e Sofía de nuevo, y la voz de Mateo diciendo: "No te preocupes p
eza que nunca antes había s
ca