n un lugar
nquilo. Alguien me había sacado de ese infierno. Intenté moverme y el dolor seguía ahí, pero era má
o lo posible, pero no volverás a caminar. Y los nervios
Ciego y paralítico. El mariachi que vivía de su voz y de su presencia en el escenario, ahora er
do ya estaba un poco má
tal. Vestía un traje sastre impecable y sus joyas brillaban discre
ma. "Estaba tan preocupada. Ese lugar donde te tenían...
me habían rescatado, no ella.
je, y la palabra se sint
Creyó que todavía me tení
adecer. A pesar de todo,
ía. Llevaba un vestido sencillo, sin maquillaje, y sus ojo
las. "Perdóname. Yo... yo no quería que esto pasara. Doña Elena me obli
ya había escuchado la verdad en aquel callejón. La observé llorar, s
me odias, y tienes toda la razón. Pe
juego. Tenía que cortar todos los lazos que m
se mi mejor voz de
r como tú merece a alguien completo, no a... esto" . Hice un gesto hacia mis pier
to Sofía como Doña Elena. No esperaban esa reacción. Esperaban g
blemente de alivio. "Gracias,
añadió: "Por cierto, hijo, sobre tu padre... Don Carlos... su estado ha empeorado mucho. Los médicos dicen que su demencia e
aba loco y lejos. La mención de mi padre biológico, el hombre al que me habían enseñado a despreciar, enc
s últimos días, me había ganado la confianza de una joven enfermera, una muchacha de barrio qu
o debajo de la almohada. Era un teléfono prepagado, imposib
ntestó la voz r
soy yo, A
ás? ¿Esas viejas bru
. Necesito que hagas algo por mí. Es
i Doña Elena siem
que esté en el extranjero. Búscalo aquí, en México. Busca en los lugares más discretos, los más clandestinos. Pedr
te preocupes, patrón. Lo encontraremos. Te lo juro por esta" . Y sabía que se refería a su