as después, no para quedarme, sino p
estido carísimo frente al espejo. Al verme,
só," dijo, su voz goteando ven
mi habitación, pero ella
o," siseó. "Desaparecer así, sin p
en voz baja, mi pacienc
e no llegaba a sus ojos. "Gael me
Perdí el equilibrio y caí al suelo, mi cabeza golpeando contra la e
ue llevaba en la mano "accidentalmente" se derramó sobre mi blusa blanca,
falsa inocencia.
el río de nuestro pueblo. Un acto que él siempre llamó "la deuda de vida que nunca podré pagarte". Y ahora, su protegida me atacaba en su propia cas
mi habitación sin tocar. S
mpo a explicar. "¿Qué te pasa, Xochitl? ¿Estás celosa?
iró al suelo," dije, mi voz
s llenos de lágrimas falsas, sosteniéndose el brazo como si estuvi
su antebrazo, una herida que clar
irectamente hacia Sofía, la rod
me cansé de tus escenas, Xochitl. ¿Recuerdas cuando quemaste accidentalmente mi primer libro de recetas? Te c
ogar. Y de repente, todo se volvió claro. Mi presencia aquí se había convertido en una farsa, una b
punzante en mi cabeza. Alisé mi blusa ma
e algo que lo d
y solemne, como las que se hacen en las ceremonias ant
a y sin rastro de lágrima
confundido por mi
stás ha
la reverencia por un momento más. E
había servido como una sirvienta, la que cocinaba, l
tl que lo había amado, la niña tonta que creía
mante. Ambas murier
o. Ya no había nada que decir. Él no enten