, ahora llenaba mis pulmones con una claridad que había olvidado. Pasé por la plaza, por la iglesia, por los lugares q
de adobe y un pequeño jardín lleno de geranios que él mismo cuidaba. Don Chente era lo único
del pueblo. Y allí estaban ellos, Lupita y Ricardo, saliendo por la puerta. No parecían preocupados ni enfermos. Al contrario, Ricardo
embar
rdo, uno que había enterrado bajo capas de
dos años, con lágrimas en los ojos. "El doctor dijo que
za. Usé mi don para ganar más dinero en jaripeos menores, solo para pagarle "tratamientos" que nunca existieron.
ía sido un
sonreía radiante, embarazada de otro hombre. Me habían utilizado, me habían exprimido hasta la ú
vieron. La sonrisa de Lupita vaciló por un instante, pero Ricardo la apretó más fuerte,
sistema volvió a sonar en mi cabez
inal con el 'castigo del don'
ya no está sujeto a las
inundó mi cuerpo. Era una libertad tan abrumadora, tan total, que casi me hizo caer de rodillas. Por primera ve
que se subían a su camioneta, riendo de nuevo. Ya no eran mi problema. Eran dos
aición. Lo único que me importaba era llegar a la casa de
aba y corrí los últimos metros hasta la puerta de Don Chente