, estaba allí, con su rostro arrugado por la preocupación. Sus ojos,
ónde estabas? Sentí
tabaco, a tierra y a hogar. Era el único abrazo que se sentía real en años. Él
le dije finalmente, mi
edora de mimbre mientras él me contaba las últimas noticias del pueblo. No le conté lo que había pasado. No todavía.
lo de aquí. Ten
momento", le dije. "Tengo que recoge
reguntó, mirándome por
vayas a un lugar mejor, donde te puedan c
una sonri
ugar es aqu
abuelo. Pero primero
más preguntas. Esa confianza incondi
ldad que emanaba del lugar. Y entonces lo vi. Mis cosas. Mi silla de montar, mis lazos, mi ropa, hasta un viejo retrato de mis p
tia de sacar mis pertenencias y arrojarlas como si no valieran
ción de siempre, la fecha de nacimiento de mi madre, pero no funcionó. Por un impuls
la cara. Habían borrado mi historia
reíble, Alex. El mejor charro del mundo" , me decía. Recordé las noches que pasamos mirando las estrellas, ella hablando de un futuro juntos,
die sabía de las noches en vela por el dolor, de la energía que me drenaba, del aislamien
ueños del pacto. Y pron
a casa. Respiré hondo, preparándome para lo que fuera que encontrara adentro. Ya no había amor, ni dolor. Solo un