lla me bloqueó el paso, su desesperación
iendo toda su dulzura. "Anula el compromiso con esa mujer.
é pasaría con tu... amante?", pregunté, d
personal. Su inteligencia es vasta. Será un gran ac
su marido y a su amante, todo bajo el mismo techo, con el
de la herida mortal que me habían infligido. Recordé mi muerte en la mazmorra, solo y traicionado. Y e
oyó en el hombro de Isabella, como si la mera confron
surró él, mirándome con ojos acus
"No te preocupes, Sebastián. Él e
ectáculo grotesco. Dos parásitos conv
a a malgastar ni un segundo más d
erno en las montañas del norte. "Si vuelven a acercarse a mí con es
dejándolos en medio del jardín. No miré atrás. Sabía que
esto no habí
uque Ricardo, durante horas. Y poco después, Sebastián, el "humilde eunuco", había comenzado a
para ellos. Si no podían conseguir lo que quer
En mi vida anterior, me habría angustiado, habría buscado l
, pensé. Esta ve