añana siguiente. Su rostro, normalmente arrogante y se
"Entiendo que mi hija... ha sido indiscreta.
, Duque. Son sus intenciones", r
nza con mi casa es la más poderosa que puede forjar. Esta... princesa d
e momento, parece provenir de su propia casa, Duque", rep
n de Sebastián, pero no dijo nada. Estaba claro q
do por los desvaríos de una joven enamorad
Duque. No lo olvide", concluí,
mbición de Isabella y el resentimiento de Sebasti
eal anual, un evento al que toda la corte estaba obligada a asistir. E
, sino que observaban desde un claro. Su cercanía era inapropiada y descarada. Isabella le ajustaba el cuello de la camisa a Sebastián, mien
ensa del bosque, persiguiendo a un gran ciervo. El terreno se volvió más esc
ces cuand
Se encabritó violentamente, sus ojos desorbitados por el terror. Luché por mantener el
o que aseguraba la silla, estaba casi completamente cortada.
ompió por completo. La silla se deslizó, y yo fui arrojado vi
brutal, y un dolor blanco y cegador estalló en mi cuerpo. Rodé por la pendiente, las ramas y las piedras ara
i hombro era insoportable. Estaba aturdido, desorien
Dios mío, Sebastiá
voz de
almado, estaba siendo sujetado por un guardia. Sebastián estaba en el suelo, agarrándose la pierna
n!", gritaba, con lágrimas corriendo por su cara.
o. Ni una sola vez preguntó por mí. El Príncipe Heredero del imperio podía estar muerto o moribund
do y el cuerpo magullado, la última y minúscula brasa de cualquier se
a y escalofriante, que si hubiera tenido que elegir entre su
había hec