filtraba a través de mi ropa hecha jirones, un frío que ya no importaba. Mis ojos, apenas abiertos, se fijaron
mi imper
ros primeros días, lleno de sonrisas y promesas de amor, sino como la vi
e me daba lentamente hacía su efecto, paralizando mis mús
stró para entrar al palacio como eunuco y estar cerca de ella. Juntos, habí
stián. Su rostro ya no era el de un humilde erudito, sino
eó la palabra con veneno. "Isabella
cruel. Fue lo último que vi. Un d
tonc
s ojos
ie. Llevaba el pesado y ornamentado atuendo del Príncipe Heredero, el oro y las sedas pesaban s
s con sus mejores galas, me miraban con expectación. Frente a mí, sent
y llena de autoridad. "Ha llegado el día. Debes elegir a
día de la elección. El día en que, en mi vida pas
Duque Ricardo. Su belleza era deslumbrante, un faro en el salón. Su vestido de seda azul resaltaba el color de sus ojos, y una sonrisa confiada y ser
tonto y enamorado que creía haber encontrado a su alma gemela. No había visto la ambición
ear la amargura en mi lengua. Recordé su mano fría sobre la mía mientras me aseguraba que el "tónico" del médico me haría bien. Recordé las noches en que me retorcía de dolo
", preguntó mi padre, su voz sac
a, hinchó el pecho, seguro de la inminente victoria de su familia. Isabella
r, habría dicho su
abe
o era mi vi
llenar mis pulmones. Miré a Isabella directamente a los ojos, y po
"Las tradiciones antiguas son la base de nuestro imperio. A veces, la
ceño, confundido. "¿Qué
ré, mi voz resonando en el silencio del salón. "Dejaré que el
ción olvidada que no se había usado en siglos. Se utilizaba cuando un príncipe no qu
confianza a la incredulidad en un instante. El Duque R
el Duque. "La elección de la consorte es
da de su hija. "Y un asunto de estado no debe ser contaminado por
ción de acero en mis ojos. Asintió a los guard
. Dentro, en pequeños pergaminos, estaban los nombres de todas las candidatas eleg
ndo los pequeños rollos de papel bajo mis dedos. No me importa
se podía cortar. Desenrosqué el papel lentamente y leí el no
tl, de las Tribus
e una tribu lejana y "salvaje", conocida por su temperamento feroz y sus nulas c
aban una pregunta que no podía pronunciar: "¿Por qué?". No podía entenderlo. Ayer m
a una traición. En l
ró de mí. El fantasma de Isabella, el amor que me había envenenado y destruido, se desvane
mi imperio y mi trono. Y nunca, jamás, volvería a permiti
, Isa
ida, nu