o último que sentía, el frío de la mazmo
anos de defensa de la capital con su amante, el eunu
s la parálisis me invadía. Sebastián, con una sonrisa torcida, presenció mi caída. Viend
an de la forma más vil y cruel, usando las promesas como u
lón del Trono, en el día crucial de elegir a mi consorte, el mismo día en que, en mi vida a