ers, esta vez como empleada. Llevaba un conjunto sobrio -blanco y azul marino-, el cabello recogido en una cola tirante, y esa expresión se
ahí -le indicó una joven recepcioni
ás tenues, y el silencio era casi reverencial. Marina caminó por el pasillo alfomb
– Direcci
o cubículo acristalado
a barbilla y tocó
ió una voz sec
tr
colgados. Solo una gran mesa de roble, una estantería minimalista y una vista imponente de la c
s -dijo Mar
apenas lo sufici
eve. Empieza bien -c
e a propósito para que pudiera de
eléfono. Sus ojos grises bri
ado. Pero gracias
con una inclin
dispuesta
dejó el teléfono y la observ
a discursos. Usted será mi sombra. Sile
. Pensé que venía a ser asistente, no fan
era analítica. Como si estuviera desmenuzando cad
de carisma. Mis asistentes anteriores l
dieron respeto con su
. Él caminó hasta quedar frente a
u objetivo
. Y no dejar que me pis
rimera vez que hacía un sonido
mo si yo fuera el vil
no l
él, volviendo a su silla-. Solo e
alcando la última palabra con un dejo sarcástico-. Porque si mi trabajo es hacerlo
presión serena, pero la tensió
el tono antes de que s
-contestó Marina, esta vez sin suavizar la voz-. Porque por mucho pode
aire acondicionado. Mateo no se movió. Solo la miró con los ojos entrecer
erm
spondió Marina, cr
o al control podía tener. Rodeó el escritorio y se detuvo junto
respeto ni actitudes rebeldes. Usted juega co
tintores -contestó Marina, son
apenas, y lue
con la revisión del cronograma semanal. No quiero inte
sa
Qué demonios acababa de pasar? Había entrado a una o
sentía un hormigueo en el estómago. No de miedo. De desafío. Como si su presen
o rayos X. Marina se mantenía firme, precisa, anotando todo, ejecutando con eficiencia, pero sin perder su esencia. A las once en punto, él exigió su café.
levantó la mirada un segundo, como
ateo aún seguía en su oficina. Marina organizaba los pa
rt
revisando informes,
junta de mañana co
o esconden un agujero financiero. Si usted quiere asocia
por primera
mo sab
ó información en redes. No es pública aún,
ado a que sus asistentes se anticiparan, m
nstinto,
ue no le deja ver cuá
osa de miradas. Luego, Mateo vo
de i
en alto. Sabía que el primer round había termin
aba más de seis meses como su as