escenario más importante del mundo culinario, y Alejandro

rcibir y combinar sabores que nadie más podía imaginar. Su restaurante en la Ciudad

ue había perfeccionado durante años: "Corazón de México", un mole negro cocido a fuego lento durante setenta y d

eces, los críticos más severos del mundo

pecable, observando el plato con orgullo. A su lad

a para llevar el plato al jurado, Sofí

toque final", susurró, s

ella tomó un pequeño frasco de su bolso y

sutil, casi invisi

o vio todo. Su c

susurro helado, el pánico come

na del salón, donde un joven de aspecto arrogante son

francés legendario, tomó un bocado, su rostro se contorsion

una abominación!", exc

nes fueron idénticas. Humillación. Descreimiento. La carrera de Alejan

icaron inme

za gacha y el alma rota, Miguel se le ace

ué tan dramático?", dijo,

n la mirada. La encontró al lado de Migu

?", logró pregunta

na frialdad que nun

ú ya eres famoso. Deberías ser más indulgente con é

traición, era el desprecio, la facilidad con la que ella había destruido t

olvió a su hotel. No volv

abajando como un cocinero anónimo en un puesto de comida callejer

oimpuesto. El sol y el mar curaron algunas heridas, pero

ió una llamad

madre... está muy enferma. Tiene c

e su tía

quebró. Tu padre hipotecó la casa para tratar de

que siempre lo había apoyado, la que creía en su "sentido dorado" antes

ción. Tenía

ue una vez fue suya ahora se sentía extraña y hostil. Su padre, envejec

rápido. Para el tratamiento de s

día conseguir esa cantidad:

ociedad donde chefs, coleccionistas y restauranteros se reunían para pujar por ing

nica opo

el poco dinero que le quedaba, se dirigió a

eñador, mujeres con joyas deslumbrantes. Y en el centro de to

ojo que acaparaba todas las miradas. Miguel, a su lado, la be

ía se desvaneció por un instante, reemplazada por una sorpresa g

ubastas como "tian deng", encender una lámpara votiva. Simbolizaba una ofrenda, un sacrificio, pero en este contexto, su significado era siniestro

alta para que él la escuchara, le dijo a Mi

ejandro desea,