de batalla. Cristales rotos cubrían el suelo, los muebles estaban volcados y los retratos de su feliz matrimonio yacían destrozados. En m
uí?", preguntó Ricardo, su voz
ila a los pies. Las fotografías de él con su amante se
lando de una furia contenida. "¿Quién es ella? ¿D
fotos, luego a Sofía, y supo que no hab
adamente las palabras correctas. "No es lo que parece. Estaba des
ente rompiéndose. "¿Desesperado? ¿Mientras yo me inyectaba hormonas y lloraba c
o a ti! ¡Ella no significa nada!"
uemara. "Siento asco de ti. Asco de cada beso, de cada palabr
cardo con una fuerza física. Su expresión
voz ahora baja y amenazante. "Tú eres mi
me", replicó Sofía, tratando
o jadear de dolor. "Claro que puedo. Esta casa es una
La encerró en su habitación, cerrando la puerta con llave desde afuera. Sofía se l
ás loco!", gritaba, su voz ll
, la voz de Ricardo sonaba extr
os. Criaremos a nuestro hijo. Sí, sé que estás embarazada. El médico del
do? ¿Creía que podía mantenerla prisionera, ignora
eliz", continuó él, su voz teñida de una locura escalofriante. "Ella no importa,
ue amaba se había convertido en su carcelero. Ya no luchaba solo por