rcarse a su esposo. Necesitaba sentirlo cerca, aferrarse a la ilusión de que todo podía arreglarse, de que el hombre que amaba t
su voz apenas un hil
na tristeza que parecía genuina. "Más que a
de su tacto, por el olor de su piel. Quería perderse en él, olvidar el dolor y la duda. Pero justo cuando la in
del teléfono y su expresión cambió. Se apartó de
su voz ahora fría y distant
rechazo helándola hasta los huesos. Podía escuchar su voz amortiguada desde el pasillo, hablando en susurr
ardo volvió a entrar en la
roblema en la oficina de Monterr
reguntó Sofía, su voz tembl
a los ojos. Se abrochó el reloj, cogió las llaves y se inclinó
sonó en el silencio de la mansión y en el corazón vacío de Sofía. Se quedó
rgos minutos, una batalla librándose en su interior. La curiosidad y la desesperación ganaron. Se levantó y, con manos temblorosas, abri
álisis médico, pero no de una mujer. El nombre en la parte superior era "Ricardo Vargas". Sofía leyó el diagnóstico una y otra vez
¿de quién era el bebé que crecía en su vientre? La pregunta la golpeó con la fuerza de
Vargas debe tener un heredero, Sofía. Por cualquier medio necesario. A veces, el amor no es suficiente para asegurar un legado." En su mome
nfertilidad de su esposo en una mano y el secreto de su propio embarazo en el vientre. Estab
te retorcido plan? Por ahora, decidió guardar silencio. Se aferraría a sus secretos, observaría y esperarí