on sudor y amor, prosperando junto a mi hermano menor, Yuze. Éramos in
a impunidad. Los hijos de los caciques del pueblo, sedientos de nuestra tierra, masacraron a Yuze; su rostro,
leas de jóvenes", mientras las risas de los culpables resonaban desde sus camionetas de lujo, empujándome d
or, de nuestra desesperación? ¿Qué clase de país permitía que los poderosos pisotearan a
a el Jefe de la Policía Federal. No había vuelta atrás. Con mi hermano a cuestas, viajé a la capital. Mi historia, difundida por los medios, atrajo la atención de quienes me arruinaron. Me rode