contraseña
y Sebastián ya no podrían conectarse automáticamente cuando estuvieran cerca, ya no podrían dar por sentada su pres
loción cara y a esa confianza despreocupada que ahora me revolvía el estómago. La arrojé a una bolsa de basura negra. Seguí con el libro de poesía que Sebastián me ha
én más mío. Estaba limpiando no solo objetos, sino añ
los. Mateo entró primero, con esa sonrisa fácil que antes me derretía y ahora solo me p
o, mirando la bolsa con curiosidad.
si nada hubiera pasado, como si la escena con Isab
ente plana. No quería darles la satisfacci
bolsa donde asomaba la portada de su libro de poesía. Vi un destel
reguntó, su voz un poco más ten
ome de hombros. "Ocupan espacio. N
tar. Pero era una explicación que sus egos podían aceptar. La idea de que yo simplemente est
dinos. De hecho, veníamos a decirte que Isabela se siente fatal
nero, fue como echar sal en la herida. Pero mantuve mi rostro impasible. Mi corazón ya no sentía el pinchazo
mi voz sonando lejana inc
, pero no se movieron. Se quedaron allí,
atención. "¿Estás bien, Ca
abría llorado y peleado y exigido una disculpa sincera, había muerto el día anteri
esado extendiéndose entre nosotros. Dejé que su incomodidad creciera,
cio. "Bueno, como sea. Esta noche hay una fiesta en c
ra una pared contra la que sus palabras super
rostros. Estaban acostumbrados a que yo fuera el pegamento, la que sua
ndo a Mateo fuera del camino. Era su forma de pospone
ía que estaba conteniendo. Más tarde esa noche, desde la ventana de mi cuarto, los vi en el jardín de enfrente, riendo con Isab
olo una extraña sensación de alivio, como
vibró. No era un mensaje de el
"Felicidades, ha
un plan de escape desesperado. Una sonrisa, la primera sonrisa genuina en días, se dibujó en mi rostro.