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Historia

Capítulo 5

Palabras:1183    |    Actualizado en: 03/07/2025

teléfono de nuevo, sus manos ya no temblaban. Estaba más allá

a con una mezcla de esperanza y pánico. Nec

jandro con una risa burlon

amada se conectó. La voz de Ricardo, cálida y

s bien? Vi tus llamada

de los labios de Sofía. "Ricard

tás?", su tono se vol

ovias 'Le Rêve'. Por

allá. No t

eña sonrisa de triunfo en sus labios. La cara de Alejandro era un poema,

ardo no llegaba. La confianza de Sofía empezó a flaquear. El esceptici

prometido?",

de perder toda esperanza, su tel

la avenida principal, un choque múltiple. Todo el tráfi

ndo cómo se le rompía el corazón. "Está todo

. Te lo compensaré. ¿Nos

veo en

rotada. El destino par

Un accidente. Qué excusa tan convenient

brazo. "Ya he tenido suficiente

miradas de los curiosos. La metió en su coche y le dio una orden al chófer.

quí?", preguntó

o que veas con tus propios ojos lo feliz que soy con Camila, lo poco que me importas. Qu

des. La humillación era insoportable. La estaba

ó a salir. La hizo sentarse en una mesa apartada, sola, mientras él se pavoneaba con Camila, besándola, abrazándola, haciéndole carantoñas delante de todo el

s, Alejandro la tratab

ráeme una

Camila se quedó en e

dose su orgullo, contando las hor

llo. Sofía, que amaba los caballos, se ne

n a ir. T

ipal, cabalgando lentamente por un sendero. De repente, una serpiente de cascabel se c

tó, a punt

a su caballo y se interpuso, calmando al animal de Cami

quilibró y la lanzó de la silla de montar. Cayó al suelo con fuerza, su brazo se dobló en un ángul

ba completamente concentrado en Cam

ciste daño?", le preguntaba,

se quejó Camila, mostra

e el suelo, el dolor era insop

pero su expresión no era de

Seguro que no es nada. Siempre ex

una enfermera le curara el "terrible" rasguño en la rodill

a. La enfermera confirmó sus temores: tenía el cúbito y el radio fracturados. Le i

uz del atardecer entraba por la ventana, pintando la habitación de tonos anaranj

era entró

aba la presión. "No se ha separado de ella ni un segundo. Hasta pidió que le trajeran

smo hospital, pero cuidando a la mujer que apenas se había hecho un rasgu

esperaba en la entrada del hospital, los vio. Alejandro salía empujando una silla de ruedas en la que iba

un instante. En sus ojos no había culpa, ni arrepentimiento. Solo

resistiendo, finalmente se rompió. El último vestigio de esp

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