sus padres adoptivos, la exiliaron a España con una condición brutalmente clara,
gresado, no porque hubiera obede
ás exclusivo de la ciudad, un lugar que conocía demasiado bien, el lugar favorito de Alejandro. En su bolso
rado amortiguaba el sonido de sus tacones y del bajo profundo de la música que se filtraba por las puertas
los ojos, y cuando su vista se acla
sus largos dedos sosteniendo un cigarrillo encendido, el humo se arremolinaba
s mejillas estaban sonrojadas y sostenía una carta con manos t
ustas desde hace
ndro, esparcidos por la habitación, se giraron para ver la escena. Sofía no esperaba interrumpir una confesión d
ica, su boca se entreabrió, pero entonces, uno
pequeña princesa de la familia G
e clavaron en ella. La mirada de Alejandro, que hasta ese momento había sido indiferente, se volv
na sonrisa cargada de mala intención. "Pensé que estos tres años en el extranjero te habrían hecho entrar en raz
o, luego, con un movimiento brusco y repentino, rodeó con su brazo la cintura de la chica
a b
no, fue un beso fuerte, apasionado, casi violento. Una demostración de poder. La chica de blanco a
ó. La mantuvo pegada a su cuerpo, su mano posesivamente en su cintura, y solo
o regre
e Sofía salió sorprendentem
?", sacudió la ceniza de su cigarrillo en un cenicero de cristal sobr
no dejar que el dolor se reflejara en su rostro. "Que a menos que
la provocó él, a
y una mentira al mismo tiempo. Metió la mano en su bolso, sus dedos rozaron el borde afilado del so
pareció desvanecerse. Alejandro miró la invitación dorada en su mano, su
n un movimiento rápido y violento, le arreb
así?", se burló, su voz goteaba desprecio. "Sof
"Exacto, ¿a quién quieres engañar con esas palabras? Todo el mun
se clavaron profundamente en las palmas de sus mano
trágica muerte de sus padres en un accidente, la familia García, amigos cercanos de su familia, la adopt
, cambiándole las compresas frías; si se le antojaba ir a esquiar, él era capaz de cancelar proyectos multimillonarios para llevarla a Suiza en su avión privado; las joyas que ella miraba de
la había bebido demasiado champán, se quedó dormida en el sofá del salón y, entre sueños, sintió unos labios sobre los suyos, un beso robado, tierno
n valor que solo la certeza del amor
fue fría, distante: "Sofí
de locura, se drogó. Con el cuerpo ardiendo y la mente nublada por el deseo, se aferró a él, suplicándole, tirando de su mano para que la metiera dentro de su vestido, pidiéndole que la ayudara, que la tocara. En el momento en qu
labra de lo sucedido, solo un boleto de
era un témpano de hielo, carente de cualquier emo
ó directamente a los ojos, obligándose a sostener esa mi
mano" salió con
alta y amenazante se cernió sobre ella. Caminó hacia
u pecho. "Alejandro, cálmate, al menos es tu hermana, no es para que le pegues.
a el fondo de su alma, y luego, una sonrisa cruel se dibujó en sus labios. "Sí, casi olvido presentarte. El
"De ahora en adelante, no me acoses descara
brazo hacia la salida del pa
preguntó su her
ndió Alejandro si
ilencio tenso, estalló en un insta
lación y ya se van al hotel? ¡Te
esta vez va
co se vació rápidamente, los amigos de Alejandro se dispersar
ma que no sentía, recogió uno a uno los pedazos de la invitación rota del suelo. Los alis
le mojaba el rostro. Estaba a punto de cruzar la calle, buscando un taxi
Pu
nte le recorrió la rodilla, y sintió un líquido cali
aybach negro y reluciente se
osa de Camila Vargas llegó hasta ella. "Alejandro, tu her
elando el perfil de Alejandro. Él ni siquiera
tra de sus tretas para llamar la ate
s, frías y cortantes. S
lejó, dejándola tirad
lágrimas, que había contenido con tanta fuerza, finalmente brotaron, mezclándose con la lluvia
ya no lo
o lo ama
mblaban. Vio el nombre en la pantalla: Ricardo Sánchez. Apenas cont
así que no podré contactarte todos los días, ¿no te enojas, verdad? Afortunadamente,
n decirle nada a nadie. En esos tres años de exilio, ella experimentó tiroteos durante un atraco en un banco, robos en callejones oscuro
omó el rostro entre sus manos y le dijo con una seriedad que nunca
í misma de que había superado a Alejandro. Tres años
bujó en sus labios, y sus ojos, aún llenos de lágrimas