n susurro helado, pero cada palabra era afilada. "El que
confesión. Podía imaginarlo, buscando una excusa, su me
ado. "Lo vio en el taller y le encantó. Pensé que no te
do, Mateo. Es mi dis
a tan vacía como la promesa que le había hecho la noche
ma de poder simbólica. Lucía no solo quería a su hombre; quería s
cía se acercó a la cámara, su
edaría perfecto", dijo con una sonrisa dulce que no llegaba a sus ojos. "Espero q
ba a sí misma como una admiradora ino
scuchar más mentiras, más excusas. Se sentó en la silla de plástico duro de la sala de embarque, sintiendo el frío del metal a través d
Lo había puesto en silencio, pero la pantalla s
r favor, n
o. Sol
no es
e chocaban contra el muro de la r
. Eran fotos. Mateo, arrodillado en medio del taller, rodeado de las gardenias, con una expresión de profunda
o al actor, no al hombre. Vio la m
n estante de telas, tropezó de repente, como si alguien la hubiera empujado. Cayó de forma aparatosa, derribando u
sde el teléfono de Ana, mostraba el caos. Lucía en el suelo
re sollozos. "¡No sé por qué, so
distancia. Pero en la confusión, la gente
corrió hacia el teléfono para seguir rogándole a Sofía. No se detuvo a pensar en la lógica de la acusación. Corrió directamente hacia Lucía. L
él. El rollo de tela, al caer, había golpeado una lámpara de pie, que se tambaleó y cayó directamente hacia donde Sofía solía sentarse a dibuja
de Lucía. Por encima del hombro de Mateo, mientras él la acunaba, Lucía la miró di