rnadas con sus bocetos de moda, y el aire olía a la cena que había preparado con esmero. Mateo, su novio desde la infancia, el amor de su vida, estaba sentado frente a ella, sonriendo
escribir el vacío en sus ojos. Una vendedora de flores llamada Lucía lo había encontrado, lo había cuidado y le había menti
amor que era su ancla. Desechó a Lucía con un fajo de billetes, un gesto que él consideraba
, le decía a Sofía, "se aprovechó de
a volviera a ser la que era antes, con Mateo a su
fía vibró sobre la mesa. Era un mensaje de un número desconocido. Lo abr
anco, estaba de espaldas, tratando de subir a un auto. De repente, Mateo apareció en el cuadro. Se movió con una desesp
ó. No fue un beso tierno, fue un beso apasionado, violento, casi desesperado. Lucía luchó por un momento, pero luego sus manos s
en un susurro ronco, su
se acercaron, trat
u voz llena de confusión. "¿Por qué estás arruinando tu aniv
, sacó un cigarrillo con la otra y lo encendió, su mano temblaba l
do vivir sin Sofía, pero la idea de que esta mujer se case me vuelve loco de
rrastrarla lejos de la boda
e gritaron sus am
casi un grito. "Y ella", dijo, señalando a Lucía con la
deo t
n el silencio repentino. El rostro sonriente de Mateo, el que estaba sentado frente a ella, se desvanec
ra, más elaborada y mucho más dolorosa que la de Lucía. A pesar de la manipulación de la vendedora de flores
sa, sus movimientos
voz vacía de toda emoción
onaba al otro de una manera imperdonable, el otro se iría. Sin segundas oportunidades, sin explicaciones. Solo un final limpi