ira, me decía mi
ompartido quince años de mi vida, me había dejad
ía una "cena importante de inversionistas" , pero yo sabía que e
que le encantaba y el pastel de cho
condescendencia, creyó que m
una calma helada cuando me d
ímite, pero Isabel, la amante de Raúl, s
ina, haciéndome parecer celosa
despidió de la empresa
o a una delincuente, con la sonrisa tr
mí se encendió. No era tristeza, ni rabi
así. Que Raúl no sabía a
ira, la mujer humillad
planeó su propia desaparici
smas, uno a uno, empezando por a