empre de espaldas, yo anhelando un amor que nunca llegó. Para el m
ivada, no rezando, sino besando febrilmente el retrato bizantin
a, sino porque su obsesión era e
gar. Isabel, la musa de su
obra maestra artística destrozada a c
rediera, ¡Mateo autorizó un injerto de mi p
la en una explosión, mi amor, herido
este abandono total? Me sentía un objeto, despojada de mi dignidad y hasta
o dejaría, buscaría mi libertad lejos de la jaula dorada y de las mentiras. Encontraría mi propia fel