a esta
sie
a, una silueta rígida bajo las sábanas de lino. Seis años de matri
alcón. La noche en la hacienda de los Vargas era silen
y marcó el núme
dijo en
tra vez?" La voz de Javier s
la voz rota. "Se acabó,
io al otro lad
zcla de alivio y enfado. "Te lo advertí desde el prin
sé que podía cambiarlo, que
gla todo, Sofía. Me
sintiendo cómo las lágrimas e
en Lisboa. El apartamento está a tu nombre, el estudio también. Cuando
ias,
intenta dormir. Mañana h
curidad. Una sensación de liberación, frág
asillos silenciosos de la enorme hacienda. Sus pasos la llevaron,
estaba e
hogado llegó
do. Era la tercera vez q
lo que ella sabía que ocultaba algo. A la luz de docenas de velas, su marido, el
e su prima,
ino, con un fondo dorado y una expresión de santidad perversa. Había
...", susurraba Mateo, su voz
a de la noche. Se apoyó contra
era que Mateo n
trimonio entero había sido una mentira, un escud
n un rincón, hablando de teología con un sacerdote, ajeno al bullicio de la fiesta.
traída por su seriedad, por
trevidos a las misas a las que él asistía, hablaba de arte moderno que sab
ba con una indiferencia e
tentos. "¿De verdad quie
a acercado. "Sofía", dijo con su tono formal. "Mi fami
una rodilla en el suel
ceptado con lágrimas de felici
enua ha
La noche de bodas, cuando él le habló de su voto d
ra por
tima mirada anhelante a los
ió en la oscuri
, "Te amo, Isabel", antes de que s
secó la cara con rabia. Ya no había dolor, sol
comedor. Él entró, impecable en su traje,
él, sentándose en la
a, su voz sorpren
, arqueand
rtivo que tienes en el g
ceño, confundi
e no le llegó a los ojos. "P