pasos olvidados y riscos marcados con símbolos que se deshacían al tocarlos. El aire aquí era más delgado, perfumado de resina y hierro, y cargado de un
mpo. Asha lo sentía en los huesos. Como si Aeolina la hubiese traído aquí no solo para esconderla, sino para mostrarle algo. O alguien. La red de fuego que sentía bajo la piel,
una mirada demasiado directa. Cada paso parecía costarle más, pero no se quejaba. Nunca lo hacía. Sin embargo, el temblor en su mano izquierda, y la forma en que su aliento se condensaba má
desde la caída del templo. Más severa, más silenciosa. Pero también más peligrosa. Como una antorcha que sabe cuándo no debe arder. Había tomado sobre sí la causa
En el centro, entre humaredas tenues, se alzaban las ruinas de una fortaleza enterrada en la roca. No era un refugio. Era un testigo. El viento traía
a notó el símbolo en su bastón: una espiral quebrada rodeada de fuego. Reconoció la marca. Era de los Custodios... pe
a -dijo la figura, con voz de
endo bajo su ropa, junto a la piel. Vibraba al compás de esas palabras, co
-preguntó Kael,
rien, sin mirar atrás-. Aquellos que so
con líneas ígneas que no eran tatuajes, sino cicatrices vivas. O quemaduras que no habían dolido. Sus o
fragmento -dijo-. Ento
, y que, al mismo tiempo, algo se deshacía. No en su cuerpo, sino en su memoria. Había momentos en que c
nodos -dijo Lirien-. Saben que
regó la mujer-. Si las cenizas se confían a q
más oscuras. Asha no podía dejar de mirar su cuello, como si la piedra fuera a reptar por allí de un momento a otro. El
sha-. A contener las memor
ar correcto -dijo la ancian
uró su nombre. Y el sonido de esa palabra pareció encender algo en las ruinas. Varias antorchas
biertas por frescos apenas visibles: batallas sin héroes, custodios cayendo bajo manos humanas, lla
y mujeres de todas las edades, con marcas similares a las de la anciana. Algunos jóvenes, otros tan viejos que parecían esculpi
ujer-. A sostener sin volverte. A recordar sin d
tó Asha, aunque ya
ir. Si sientes demasiado... te arrastran. Si no sientes nada... te ignor
iza. En el momento en que tocó el Corazón por primera vez. T
Una memoria para sellar. Una emoción para
ió. Cayó de rodillas, y Asha corrió a sostenerlo. Su
.. -su
irada. Le co
que me apag
silencio. Luego asintió, c
én tiene un precio. Pero aún h
ntió la red. Sintió que el fuego no quería ser arma. Q
lista
smas respiraran por primera vez en siglos. La revolución no se a